7 feb 2016

Solo vivimos una vez.


Si alguna vez se ha detenido a lanzar una piedra sobre un lago o un río con la superficie en calma, podrá apreciar el hecho de que, no es solo cuántas veces rebota la piedra sobre el agua; sino, las ondas que cada “rebote” produce en la superficie. Hay un punto en que esas ondas convergen y, literalmente: se cancelan; quedando solo los remanentes difusos de un efecto lineal. Lo mismo, sucede con nuestra vida.

Cada decisión que tomamos, tiene una consecuencia. A veces, previsible; otras, imprevisible. Y ello, nos lleva por el camino de la experiencia y la construcción de nuestra vida. Debo aclarar que, aplicando el tema al Carpe Diem y al YOLO: la idea se ha desnaturalizado bastante. No se trata de vivir la vida como si fuera el último día (excesos), ni pensar que lo que hacemos hoy no tendrá repercusiones mañana (excusas). El hecho de la expresión solo refiere a que debes hacer lo que sea que hagas, de la mejor manera posible; porque, si faltas mañana, alguien debe ser capaz de retomar lo que has dejado y seguir adelante. Ello, aplica a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestra pareja.

La vida, es un don. Nadie sabe cuándo llegará su hora. Pero, no por ello debemos privarnos de vivir plenamente. Conozco personas como yo, que son extremadamente precavidos con las variables y los resultados. Y ni siquiera ellos/as pueden controlar los resultados de cada día. Y ahí está uno de los secretos de la vida: vivir el día a día haciendo de las cosas simples algo memorable. ¿Cuándo fue la última vez que almorzó o cenó con sus padres? ¿Cuándo invitó a su pareja a una cita solos? (los abuelos cuidando los nietos por el fin de semana) ¿Cuándo fue la última vez que llamó a un viejo amigo y le dijo una extensible muestra de malas palabras que, terminaron en alguna remembranza y en risas? ¿Cuándo fue la última vez que sacó tiempo para usted mismo/a?

Son esos detalles de la vida los que nos recuerdan que los años cambian todo y que las cosas, solo nos suceden una vez en la vida; para luego, cambiar. Y eso, es lo maravilloso de vivir; ya que, fuera de lo bueno y lo malo, de lo esperado e inesperado, nos encontramos aún aquí, reflexionando sobre esta “basura” existencial que solo nos sirve para valorar lo único que tenemos y que realmente importa: nuestra vida. Es como ver a un perro tosiendo (atragantado por un hueso): sin importar los peligros y las preocupaciones, al final, terminamos moviendo la cola (alegres); y, esperando… nuestra próxima aventura.

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