25 oct 2013

A mis 35.



Hace unos días, estaba construyendo un estanque para los peces, y luego de pasar unas 3 horas excavando rocas, escombros y raíces, mi hermana menor me dijo por teléfono que mi sobrina de 11 años necesitaba llevar un volcán al colegio. La verdad, miré al cielo y le pregunté a Dios: “¿Es broma?”… estaba exhausto, ese día saqué una roca de unas 200-300 libras que estaba a casi un metro de profundidad… es la roca más grande (del patio) que he visto en mi vida (bueno, mi casa está construida, literalmente, sobre piedra)… tuve que arrastrarla de tan pesada (no pude cargarla). En fin, casi no podía cerrar los dedos, me dolía la espalda y aún me faltaba trabajo.

Como siempre he dicho: soy acelerado (hiperactivo y maniático)… tomé un pedazo de madera comprimida, periódicos viejos, agua, una botella de 2 litros de refresco (vacía) y cola blanca (pegamento). Estoy seguro que ni siquiera lo pensé: le corté la tapa a la botella, la clavé en el centro de la madera, hice algunos aros de periódico y tiras sumergidos en pegamento diluido con agua, y armé ese volcán en 5 minutos (debía darle buen ángulo) Cuando la mini geóloga llegó, la relajé con que ya su volcán: “estaba hecho” (puso su cara de asombro y corrió al patio); tomé los materiales que le pedí a mi hermana (papel de funda, pintura y algodón para la lava) y puse a la muchachita a terminar su volcán… sacó 20 de 20; bueno, sacamos.

Con cada año, aprendemos más; hacemos las cosas más rápido, y mejor. Nos perfeccionamos, por así decirlo, en el arte de vivir. Esto (vida) no se trata de encontrarle el sentido a las cosas, se trata de tener la voluntad de hacer lo necesario en el momento oportuno. Ni antes, ni después. Todo cambia: cambian las reglas, cambia la vida, cambian las personas. Pero, al final, la única forma de encontrar la felicidad radica en vivir cada pequeño momento como una pieza irrepetible de nuestra historia… y nada, un año más de vida: me pondré a reflexionar sobre lo vivido... y a terminar el estanque.